¿Soy alérgico, habré sido, seguiré siéndolo?

Problema de niños y adultos, las alergias muchas veces se solapan con otras enfermedades, dificultando su diagnóstico y tratamiento. Las ventajas de un abordaje multidisciplinario, las posibilidades de tratamiento según la edad y algunos consejos prácticos.

Imposible de explicar para quienes no las sufren pero tortuoso para las personas que las padecen, las alergias son una piedra en el zapato, un problema cotidiano con el cual, muchas veces, se aprende a convivir o se lleva a cuestas desde la niñez. Y, casi siempre, erosionan la calidad de vida y el bienestar. En esta nota, junto al Dr. Claudio Parisi, se exploran algunas situaciones frecuentes que suelen confundir a la hora de diagnosticarlas, así como los diferentes tratamientos para cada etapa de la vida.

 

Diferencias entre los chicos y los adultos

“Es preciso comenzar haciendo esta separación, dado que, si bien provocan reacciones similares, las alergias producen consecuencias distintas según la edad”, comienza explicando.

Algunas son comunes a chicos y adultos (rinitis alérgica, asma), otras son más frecuentes y graves en adultos (alergia a fármacos, al látex). También es diferente su manejo: en los chicos, algunas alergias alimentarias, se pueden curar.

 

Dar en la tecla con el diagnóstico, un desafío para pacientes y profesionales.

Es frecuente, en el caso de los adultos, ir «de especialista en especialista» buscando una solución: «sucede que las alergias no son enfermedades específicas de un órgano, la alergología es una especialidad orientada a evaluar al individuo alérgico, que puede tener más de una manifestación de la enfermedad», señala.

“Nosotros, los alergistas, compartimos pacientes con los neumonólogos y los otorrinos porque son enfermedades que afectan las vías respiratorias. También con los dermatólogos, por los eccemas y las urticarias; con los gastroenterólogos y nutricionistas por las alergias alimentarias” detalla.

“En el Hospital Italiano contamos con un consultorio multidisciplinario de alergias alimentarias en pediatría, algo que soluciona los tiempos de los pacientes, que no tienen que hacer tres consultas por separado. Y a nosotros nos ayuda a entender mucho mejor la enfermedad porque aprendemos uno del otro, junto con el paciente. Es una experiencia innovadora que estamos desarrollando hace más de un año y ha mejorado mucho el tratamiento”, completa el Dr. Parisi.

El trabajo en equipo -centralizado en el médico de cabecera con el aporte de los especialistas- ahorra tiempos de atención y es fundamental para un mejor abordaje y seguimiento de estas patologías.

 

Algunas situaciones que pueden confundir

Todavía sucede que muchos pacientes van dando vueltas por diferentes especialidades intentando solucionar su problema. Se llega tarde a diagnosticar o después de muchos años de padecer sus efectos. Aquí algunos ejemplos que ilustran esta dificultad.

“Tiene rinitis”, “tiene asma”. Son los dos diagnósticos más frecuentes para quienes reaccionan con mocos, lagrimeo y congestión ante diferentes factores (algunos al polen, malezas y arbustos al aire libre, otros a los ácaros y esporas de moho en ambientes cerrados). “La gente sabe que la rinitis se produce por alergia, hecho que no sucede con el asma. Y casi siempre el asma es sinónimo de alergia, sobre todo en la población que comienza los síntomas desde pequeños.”

“Cerca del 80% de los asmáticos son alérgicos y ese diagnóstico de asma (que es una enfermedad crónica) suele implicar que la parte alérgica de la enfermedad casi nunca sea tratada. Hay quienes, quizás, se quedaron con ese diagnóstico de asma y nunca pensaron en tratar el componente alérgico, sufriendo las molestas consecuencias cotidianas por muchos años”, explica.

“De chico soy alérgico a la penicilina”. Muchos chicos se brotan por efecto de algún virus o bacteria y reciben antibióticos por el cuadro, esto es frecuentemente indicado ante un cuadro febril en los primeros años de vida. Pero, a veces, este brote se diagnostica como “alergia”, haciendo que uno conviva muchos años con ese diagnóstico, basado en un caso puntual que nunca fue estudiado. Quizás nunca fue alérgico y se privó de un antibiótico muy noble, accesible, efectivo o útil y barato.

“Nosotros encontramos que, entre el 80 y el 90% de los chicos, no eran alérgicos. Es algo apresuradamente diagnosticado en la niñez -sin intención, por supuesto- que se extiende a la vida adulta. La penicilina y sus derivados constituyen la alergia a fármacos más frecuente, sobre todo a la amoxicilina”, detalla el Dr. Parisi.

Y aclara: “En los adultos es distinto el panorama, si un paciente de entre 20 y 40 años toma un comprimido de amoxicilina, se hincha y pierde el conocimiento, ahí las chances de ser alérgico son mucho mayores.”

En los mayores, las alergias a fármacos constituyen un desafío dado que implica, primero, conocer en detalle qué es lo que está tomando el paciente.

 

Las alergias alimentarias

Van apareciendo a medida que uno incorpora diferentes comidas, por eso la primera es la alergia a la leche. En los chicos es la más frecuente junto al huevo, al trigo y, en menor medida, a la soja. “En general se curan, nosotros les hacemos un seguimiento mientras dura la enfermedad, algunas se extienden hasta un año, otras tres o cuatro, algunas solo generan molestias o consecuencias más complejas. También es preciso descartar otras enfermedades como celiaquía o intolerancia a la lactosa”, explica.

A medida que pasan los años aparecen otras, como a los frutos secos (maní, nuez), mariscos y pescados, son menos frecuentes y que en general no se curan. “Hay proteínas que comparten determinados seres vivos, por ejemplo las cucarachas, los mariscos y los ácaros tienen una proteína llamada tropomiosina, que está presente en su formación muscular. Y por eso algunos alérgicos a los ácaros desarrollan también alergia a los mariscos”, detalla el Dr. Parisi.

 

Las urticarias

Cuando aparecen ronchas, casi siempre se piensa que son originadas por alguna alergia, aunque no siempre es así: “las secciones de alergia pediátrica y adultos tienen un consultorio especial para tratar las urticarias. Nos especializamos en este tema buscando conocer las causas (las alérgicas, las que no lo son), los posibles tratamientos y acompañar a los pacientes que la padecen para mejorar su calidad de vida. La urticaria, cuando se vuelve una enfermedad crónica, es muy difícil de manejar”.

Las alergias a algunos alimentos, a las picaduras de insectos y al látex completan el panorama de las más frecuentes.

 

Opciones de tratamientos según la edad

“Actualmente hay numerosas opciones dirigidas a mejorar los síntomas: diferentes medicamentos indicados (antihistamínicos, corticoides, descongestivos, antiinflamatorios), también vacunas con efectos de muchos años de duración y capaces de modificar enfermedades como asma y rinitis, haciéndolas más leves”, explica.

Por otro lado, una vez identificado el factor que desencadena la alergia (un alimento, un remedio, etc.) es importante evitar el contacto en el futuro. “Esto es lo más difícil de lograr, en especial porque muchos desencadenantes están relacionados al ambiente, al lugar donde vivimos”.

 

Evitando la alergia en casa: acciones que pueden ayudar

Extraídas del libro dirigido a la comunidad “Manual para entender la alergia”, publicado recientemente por DelHospital Ediciones. 

– Ventilar bien el hogar, manteniendo una temperatura algo baja y con poca humedad (sobre todo en los baños). En caso de alergia al polen, cerrar las ventanas a primera hora de la mañana y al atardecer (los momentos de mayor polinización).

– Reducir al mínimo el uso de alfombras, cortinas, almohadones de plumas, muebles acolchados (los de goma espuma o látex son mejores) y lavarlos frecuentemente.

– Evitar decorar demasiado los ambientes para impedir la acumulación de polvo. En ese sentido no conviene colocar bibliotecas en los dormitorios y, de ser posible, evitar convivir con mascotas que tengan pelo o plumas.

– A la hora de limpiar, utilizar trapos húmedos para quitar bien el polvo de muebles y pisos. También es de ayuda limpiar seguido la heladera para evitar el moho, mantener tapado el cesto de la basura.

– Evitar el uso de aerosoles e insecticidas. Utilizar pinturas lavables en las paredes.

 

Fuente: Equipo editorial de Aprender Salud. Basada en los conceptos provistos por el Dr. Claudio Parisi, Jefe de la Sección Alergia del Servicio de Clínica Pediátrica y Coordinador de Alergia en Adultos. Nota publicada en la revista Aprender Salud Octubre 2018

 

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