¿Cuáles son los alimentos más adulterados?

Aceite de oliva, leche, café o jugos de fruta son algunos de los alimentos con más riesgo de fraude alimentario.

Un alimento adulterado es aquel al que se le ha añadido o quitado, de manera premeditada e intencionada, alguna sustancia con fines fraudulentos y se ha modificado para que varíe su composición, peso o volumen o para encubrir algún defecto. Un alimento adulterado no tiene por qué ser tóxico, como la leche a la que se ha agregado agua. El fraude alimentario es un acto intencional para obtener beneficios, incumple la legislación alimentaria e induce a error al consumidor.

En muchos casos el engaño tiene que ver con la sustitución de ingredientes, el etiquetado incorrecto, la venta de productos convencionales como ecológicos o el uso de logotipos con un origen o calidad específicos que en realidad no son. Por tanto, un alimento adulterado es aquel que contiene sustancias distintas a las declaradas en su etiqueta o en la publicidad; no es necesario que sean tóxicas o ilegales, pero sí pueden ser perjudiciales para la salud del consumidor.

 

Los seis alimentos más adulterados

El fraude alimentario puede producirse en una variedad de situaciones. Productos o ingredientes alimentarios pueden sustituirse por otros de menor calidad, inferiores o de otra especie. Los ingredientes pueden diluirse con agua o pueden omitirse o eliminarse. Debe tenerse en cuenta que los productos alimentarios pueden reemplazarse con alérgenos comunes, como frutos secos o huevos, lo que puede provocar reacciones adversas graves a determinados consumidores. Los alimentos con más riesgo de fraude alimentario son, según un informe presentado en 2013 por la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo:

Aceite de oliva. Es un producto de gran demanda y no de los más económicos. En ocasiones, por tanto, puede someterse a mezclas con otros aceites más baratos, como el de maní o el de avellana, que pueden suponer riesgos para la salud.

Leche. En el caso de la leche adulterada, el fraude más frecuente es el uso de leche en polvo y falsear el contenido del producto.

Café. El fraude más común tiene que ver con su procesado.

Azafrán. Esta especia también ha sido muy atacada por la adulteración, ya que tiene un precio muy elevado. El fraude viene, en la mayoría de los casos, por la utilización de sustancias muy tóxicas como el cromado de plomo o el tetraóxido de plomo.

Miel. Puede estar adulterada con jarabe de azúcar, jarabe de maíz, fructosa, glucosa o azúcar de remolacha e, incluso, «miel de un origen geográfico no auténtico». Además, puede contener antibióticos, productos químicos y edulcorantes añadidos.

Jugos de fruta. El caso más frecuente de adulteración está relacionado con adicionar jugo de frutas no declaradas en el envase y que tienen un contenido no autorizado.

Aunque la seguridad del producto no se vea afectada, sí se compromete la confianza del consumidor con implicaciones a largo plazo para la industria alimentaria.

 

Qué se hace para evitar el fraude alimentario

Los errores o las prácticas fraudulentas se pueden controlar con métodos innovadores de análisis de alimentos. La detección de alimentos adulterados es posible a través de la identificación de marcadores. Las técnicas empleadas van desde la espectroscopia de infrarrojo a la espectrometría de masas por reacción de transferencia protónica. Esta última sirve para autentificar de forma rápida el aceite de oliva monovarietal y es útil para controlar que la variedad de aceite que aparece en el etiquetado corresponde con el contenido del envase.

En la actualidad, para controlar los alimentos se usan técnicas analíticas basadas en la detección molecular (PCR o Reacción en Cadena de la Polimerasa), capaces de detectar partes infinitesimales, es decir, moléculas de proteínas o ADN. El ácido desoxirribonucleico (ADN) es el material hereditario único en todas las células y se encuentra en animales y plantas y, por tanto, en los alimentos. Las pruebas de ADN se han convertido en un instrumento importante que posibilita evaluar la seguridad, la calidad y la trazabilidad de la cadena alimentaria. Tiene numerosas aplicaciones, desde la identificación de material alergénico, la detección de adulteraciones y la identificación de microorganismos responsables de enfermedades transmitidas por los alimentos. También permite detectar cualquier tipo de infracción de la legislación sobre el etiquetado.

Fuente: Eroski Consumer

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